Es complicado hablar sobre la motivación ajena, pues parte de los factores que la conforman son internos. No obstante, las madres y los padres tienen capacidad de influir en la motivación de sus niños hacia los estudios. Como yo digo siempre: “la motivación se debe cultivar”, y difícilmente surgirá de forma espontánea, exceptuando aquella que encontramos para las actividades más placenteras (jugar, leer, comer, …).
Y sí, es necesario motivar a los hijos, pues el desempeño académico es el resultado no sólo de la inteligencia, sino también de la perseverancia, y esto es algo que Einstein (con sus altas capacidades) sabía perfectamente. Cualquier alumno, tenga o no necesidades especiales, necesita ser motivado, aunque sea en motivos muy concretos de su trayectoria escolar; y uno de los pilares es la familia, pues los progenitores conocen casi mejor que nadie a los niños. Saben sus puntos débiles, sus fortalezas, reconocen el estilo educativo que más se adapta a la personalidad del hijo, y conocen la evolución de sus aprendizajes.
Puesto que el papel de los padres es tan importante, es necesario aclarar que en ocasiones se pierde el equilibrio indispensable entre afecto y exigencia; parece que para evitar determinados comportamientos actitudes, pierden la capacidad de ser firmes, pero a cambio colman con regalos - costosos muchas veces -. La base de la educación familiar es el ejemplo, pero hay una actitud muy importante que se trasluce en la incapacidad para corregir a los hijos. Aunque con ello dificultamos su desarrollo saludable, ya que al apararles del esfuerzo y el espíritu de superación, impedimos la tolerancia al fracaso y la aceptación de las dificultades como parte de la vida.
Papás y mamás no necesitan ser severos con los niños, pero el cariño y el respeto, no son incompatibles con unas expectativas razonables. Y con razonables me refiero a que se tenga en cuenta la edad de los peques, y a que no correspondan únicamente a necesidades percibidas por los progenitores (no hay por qué obsesionarse con que un niño de 5 años sepa hablar chino; pero el de 10 deberá saber estudiar con cierta autonomía, y responsabilizarse de sus materiales).
Los adultos no suelen manejar adecuadamente los principios de la Comunicación con los niños: no transmiten con brevedad, no escuchan, no tienen en cuenta sus opiniones. Pero todas las dificultades de la vida se puede superar, es cuestión de proponérselo. Cuando nos preocupan sus estudios, cuando quisiéramos que mejoraran la presentación de los proyectos, no tenemos más que decirlo: ni enfadarnos, ni humillarles… sólo comunicarlo. Por ejemplo podemos hacerlo así:
Los bienes cuestan dinero y son papá y mamá quienes los compran, pero ya que niños y adolescentes cuentan con la comodidad del hogar, y no deben “salir” a ganar un sueldo (aún), se puede considerar que el trabajo actual es estudiar. No siempre es divertido, y no siempre se le encuentra el sentido, pero es importante saber transmitir la idea.
La vida real está despojada de la imagen hedonista que transmiten los medios de información y comunicación: sin esfuerzo no hay recompensa, y los estudios pueden proporcionar conocimientos, competencias y habilidades, que en el futuro les servirán para tener una vida digna.
Cabe apuntar en primer lugar que el mensaje que se transmite a los hijos e hijas un interés claro por ellos, y por el mundo que les rodea. Y el interés es percibido por los menores con alivio, sobre todo en momentos críticos (cambio al Instituto, dificultades del aprendizaje, suspensos,…).
Ni tan fácil ni tan difícil, pero cada peque necesita un “plan motivacional” para mejorar, y que los avances se vean
El lenguaje SIEMPRE debe ser POSITIVO, sin destacar los fallos del alumno o alumna (los hijos) sino las debilidades que se pueden superar, y las fortalezas a potenciar. Pero además es importante marcar objetivos a corto plazo, y acordarlos con los protagonistas, para que se sientan partícipes. Por ejemplo se puede señalar las notas que ellos querrían sacar, el tiempo diario que dedicarán, el deseo de mejorar la pronunciación de inglés.
El Plan (los objetivos) pueden quedar escritos, para que nadie pierda la perspectiva de las metas a conseguir; pero además se integrarán las estrategias para conseguirlos. Por ejemplo, para un niño de cuarto de Primaria, el desglose de “el cómo” podría ser:
No creemos en el sistema de premios y castigos: los segundos desmotivan, y los primeros desvinculan el estudio de sus beneficios inherentes (no es adecuado estudiar para conseguir un “regalo” sino por el placer de aprender y superarse). En cambio, es muy motivador que los niños se den cuenta de que conocemos sus progresos y nos alegramos con ellos.
Imágenes | Petr Kratochvil (Portada) , George Hodan, PicJumbo, CollegeDegrees360