Teniendo en cuenta las dimensiones del acoso escolar en nuestro país (según el Informe Cisneros X en 2007 la tasa de incidencia de bullying para el conjunto de alumnos españoles a partir de segundo de Primaria, es del 24 %), a vecessorprende la falta de medidas para prevenir y abordar un problema de tanta complejidad.
Eso sí: que en apariencia no se tomen medidas, no significa que nos falte preocupación. Desde docentes hasta medios de información, pasando por familias y otros sectores de la sociedad. Además de eso, se conocen varias experiencias en nuestro país que funcionan, y alguna de ellas incluso se ha exportado a otras ciudades (como el caso del programa TEI iniciado en Barcelona).
El entorno escolar es complicado por la cantidad de personas de diferentes procedencias y aspiraciones que en él conviven; sabemos que lograr climas armónicos en los que no falte el intercambio de opiniones, se convierte a veces en una tarea titánica. Por eso, lo primero que debemos pensar es que una escuela está enclavada en una comunidad, y que los alumnos tienen padres que - hasta cierto punto - pueden, y deben, hacerse responsables de las conductas inadecuadas.
Queremos decir con ello que aunque los progenitores deleguen no sólo la educación, sino el cuidado de los niños durante la jornada escolar, no es sólo responsabilidad de la escuela que se produzcan episodios de bullying. Eso sí, es ya hora de que se incluyan actuaciones efectivas que tengan como objetivo afrontar directamente este tipo de situaciones: frente al ocultamiento del que hemos sido testigos durante años.
En ocasiones oímos o leemos "siempre ha existido acoso escolar", afirmación gratuita y sin fundamento dónde las haya, porque para poder decir eso, primero debemos estar seguros. Si que podemos asegurar que algunas de las primeras definiciones del término fueron elaboradas en 1977 (por Lowenstein), y en 1978 (por Olweus). Se trata de una "conducta de persecución e intimidación física y/o psicológica que realiza un alumno contra otro, al que escoge como víctima de repetidos ataques".
Es cierto que el agresor a veces se multiplica, y hablamos de varios agresores (bullies en terminología anglosajona); y que en los escenarios dónde se producen los ataques suele haber otros actores que - normalmente de forma pasiva - presencian pero no ayudan a la víctima, los llamamos espectadores.
Es acoso escolar cuando se mantiene en el tiempo: semanas, meses, ¡a veces años!, y la intensidad e intencionalidad, provocan que la víctima se percibe imposibilitada de alejarse (ni siquiera emocionalmente) de su agresor.
¿Cómo es que no nos damos cuenta de que está ocurriendo? Para la familia es muy complicado llegar a detectar que su hijo está sufriendo acoso escolar, a no ser que exista una detección temprana; existen - eso sí - indicadores que nos alertan de una situación anómala.
¿Y en la escuela? La presencia de los profesores en la vida de un alumno fuera del aula es limitada, aunque también influye la edad, pues los alumnos de Infantil están mucho más protegidos, como es natural. Por lo tanto formas de violencia (algunas de las cuales son sutiles) teniendo lugar en baños, pasillos, rincones del patio, espacios de la escuela que queden abiertos durante el recreo, podrían pasar desapercibidas. Pensemos también que una humillación verbal puede darse mientras los niños esperan en la fila su turno para entrar.
También es posible que suceda en los cambios de clase, durante el trayecto escolar o mientras comen, e incluso cuando el profesor está de espaldas porque atiende a un alumno, o escribe en la pizarra.
Algunos de los indicadores (aunque hay muchos más) son que existan climas de tensión en el
aula, como respuesta a un episodio de acoso escolar. Si 'abrimos los ojos', nos daremos
cuenta de que el alumno que encabeza las actuaciones de acoso, suele pasar desapercibido, y hasta
puede rodearse de otros más ruidosos y en apariencia más violentos; se trata de una estrategia no
elaborada: estar de parte del líder es aceptado socialmente.
Fíjaros también que las víctimas desean que no se sepa de ellas: se colocan en los rincones del
patio, no participan de actividades recreativas comunes, intentan camuflarse sentándose los últimos,
llegan tarde y se marchan pronto, se ausentan de las aulas.
Exclusión social, agresión verbal, agresión física indirecta (romper objetos de la víctima) o directa (pegar), amenazas, e incluso acoso sexual; son categorías que engloban muchas conductas más concretas.
El bullying se caracteriza por un abuso de poder, y como se ha señalado más arriba, quien lo sufre está en situación de inferioridad. Los alumnos sí que saben lo que es el acoso escolar, y en qué consiste, aunque a los adultos nos cueste de reconocer, y - lo que es peor - de aceptar. El ocultamiento es una característica bastante notable del fenómeno.
Hoy en día, no hay límite de edad para sufrir acoso escolar, se han registrado casos de niños con tres años, de manera que no es útil ni sensato asociarlo sólo con adolescentes. También sabemos (es bueno superar ideas preconcebidas) que no podemos aferrarnos a la idea de los perfiles de acosadores / víctimas, porque existen cientos de pretextos para que un niño sufra este problema. Podemos pensar que potencialmente un niño especial, o muy aplicado, o que tiene sobrepeso, o que sufre TDAH son presas fáciles; pero en la práctica existen tantas 'razones' como alumnos en una clase. La diferencia en ocasiones no es la tónica dominante, sino una excusa más para acosar.
Pero sí que hay una línea de reacción común: el acosado puede llegar a creer que se merece las agresiones de que es objeto, y esto es una clara razón de que se perciban incapaces de reaccionar o pedir ayuda.
En primer lugar, cada profesor debería creer en su capacidad para prevenir, abordar el problema, e incluso eliminarlo; sin embargo ¿qué conseguimos si dejamos a los profesores solos frente al 'peligro'?, es normal pensar que necesitará apoyos del equipo directivo, de los compañeros y de los padres.
Desde este punto de vista cada docente debería saber aplicar técnicas de resolución de conflictos; pero también identificar a los responsables de los actos, y colaborar en el diseño de estrategias concretas y efectivas. Otra actitud que favorece la resolución de estos conflictos es permitir que los alumnos se expresen sin juzgarles, y animar a que comuniquen sus experiencias, y sean capaces de relatar hechos de los que han sido espectadores. Esto se puede conseguir mejorando la comunicación intragrupal.
Por supuesto que siempre el adulto estará de parte de la víctima, y será su confidente hasta que se resuelva el conflicto.
Respecto de la familia la labor del profesor es tranquilizar, apoyar, tenerles informados, y asegurarles que se va a intervenir como parte de la solución. Ahora bien, la otra parte de este binomio, también cuenta, por eso se pueden plantear intervenciones con el agresor, y con su familia, principalmente para lograr la colaboración de esta última. Cualquier actuación sobre el alumno que hostiga debe ser reparadora, evitando (en la medida de lo posible) el castigo, así como sus padres no deben sentirse culpables.
A través de los dispositivos tecnológicos con conectividad también se produce el acoso, y muchas veces es más dañino porque resulta sencillo reiterar los insultos, y mantenerlos en el tiempo. Existe, además una clara presencia continua del agresor en la vida de la víctima.
Conviene estar informados y organizar talleres para alumnos con el fin de que se conciencien sobre una buena utilización de la tecnología, y que sepan defender sus intereses, así como actuar frente a agresiones tempranas (que no sólo son inadecuadas, sino constitutivas de delito).
Deja claro a tus alumnos que siempre queda constancia (desde un punto de vista jurídico) de los actos en Internet. Y procura que aprendan el valor de la ética en las relaciones humanas.
En España tenemos en este tema un déficit de base, que es la falta de políticas públicas (en otros países sí que existen), exigiendo actuaciones a las instituciones educativas. No quiere decir eso que cuando aquí se actúa, se hace sólo merced a la buena voluntad, porque eso no nos falta, pero además hay muchos profesionales de la educación que han dedicado horas de trabajo a elaborar programas consistentes y bien documentados, que permitan articular diferentes medidas en los centros educativos.
En definitiva "No es cosa de niños, es ACOSO", y puede estar produciéndose en tu centro. ¿De qué sirve que estemos proporcionando conocimientos y técnicas si a causa del bullying uno de nuestros alumnos sufrirá en el futuro el Síndrome de Estrés posttraumático, y otras consecuencias derivadas?
Fuentes
Imágenes por orden de aparición:
* US Army,
https://www.flickr.com/photos/familymwr/...
* Pixabay - Jedidja,
http://pixabay.com/en/bullying-hands- face-curl-up-her-679274/