El pueblo de aventura mas fascinante de España está en un barranco | Planeta Aventura

El pueblo de aventura mas fascinante de España está en un barranco

¿Sabrías adivinar en qué parte de España se encuentra esta alucinante maravilla de la naturaleza? ¡Te lo contamos en Planeta Aventura!

Tras una curva de la TF-436 aparece por fin el mágico perfil de Masca. A pesar de su complicado acceso, es el segundo enclave natural más visitado de  Tenerife después del Teide. Preservado por su apenas centenar de habitantes, arremolinados de manera admirable sobre el poco terreno que el escarpado barranco dejó para ellos, el pueblo, bajo la atenta mirada del Roque Catana, guarda aún la esencia de su pasado guanche.

El Parque Rural de Teno donde se ubica el caserío, que pertenece al municipio de Buenavista del Norte, es un espectáculo aparte que dista mucho del que se ofrece kilómetros más allá. El macizo de Teno, de 1.300 metros de altitud, compone una ínsula dentro de otra, pues según cuentan sus orígenes, Teno fue una pequeña isla que más tarde se uniría a otras para formar lo que hoy es Tenerife.

Su aislamiento natural, entre valles y barrancos, permitió durante milenios conservar no solo su biodiversidad, sino también su arquitectura y sus tradiciones. Decía en tono jocoso el clérigo Dámaso Quesada de Chaves, a principios del siglo XVIII, que Masca tomó ese nombre “por la fatiga en llegar a él en su penosa subida y bajada, para cuya empresa es preciso el haber bien comido”.

 

Encanto en miniatura

El queso frito, el helado y la mermelada de tuno, la cabra en salsa, el quesillo o la mousse de gofio se suceden en los menús que saborean los visitantes de Masca. Aunque ahora vive entregada en gran parte al turismo, antaño fue elegida por los aborígenes, a pesar de su difícil ubicación, para formar su hogar. Las materias primas de los platos de hoy proceden de una larga tradición de agricultura que implantaron los guanches y cuyos vestigios se siguen viendo ahora.

Las empinadas calles empedradas suben y bajan entre el roque que las cobija y la coqueta ermita del siglo XVIII, ubicada en la plaza principal y acompañada de un majestuoso laurel de Indias. A su sombra se resguardan de tanto en tanto músicos o puestos de artesanos, que vertebran la esencia de Masca junto a los olores que se escapan de las cocinas de los pequeños restaurantes que miran, al igual que el espléndido balcón, al barranco que se precipita hacia el océano.

 

Agricultura heroíca

El queso frito, el helado y la mermelada de tuno, la cabra en salsa, el quesillo o la mousse de gofio se suceden en los menús que saborean los visitantes de Masca. Aunque ahora vive entregada en gran parte al turismo, antaño fue elegida por los aborígenes, a pesar de su difícil ubicación, para formar su hogar. Las materias primas de los platos de hoy proceden de una larga tradición de agricultura que implantaron los guanches y cuyos vestigios se siguen viendo ahora.

La abundancia de agua de Masca, escasa en otras partes de la isla, hizo que los primeros pobladores asentaran allí sus cultivos y criaran su ganado en sus escarpados riscos, como muestran algunos yacimientos y también la tradición de ambas prácticas, que todavía persiste. Los bancales escalonados acogían papas, cereales, cebollas o batatas, y las cabras daban leche que se traducía en quesos, además de carne.

 

Un barranco de aventura

Para asomarse a los bancales, es necesario animarse a recorrer una de las sendas más conocidas de la isla, la del Barranco de Masca. Antes usado a diario por los guanches para sacar partido a los trozos de tierra menos escarpados, proveerse de pescado y hacer trueques con los navegantes que llegaban, ahora es recorrido por los turistas. El descenso de 650 metros se alarga casi 5 km hasta la costa. Abierto solo durante los fines de semana, es necesario reservar plaza y realizar el control de acceso en el Centro de Visitantes de Masca.

Los bancales y las cabras no tardan en aparecer, pero tampoco otras especies endémicas y en peligro de extinción, como las tabaibas, las malvas de risco o animales como el guincho, el águila más amenazada del país. Los diques basálticos y el sonido del agua acompañan todo el camino hasta la pequeña playa, donde se puede decidir volver sobre sus pasos o navegar entre Los Gigantes hasta su puerto.

 

Vestigios aborígenes

Más allá de la agricultura y la ganadería, que han perdurado en el tiempo, los aborígenes dejaron otro rastro tras de sí que aún puede verse en Masca. En la zona del roque de Tarucho, que custodia el conjunto de casas desde las alturas, se han hallado yacimientos arqueológicos que prueban su paso por el lugar. Los grabados rupestres, los petroglifos y los restos sepulcrales demuestran que fue considerado un lugar sagrado.

A pocos metros del mirador de la Cruz de Hilda se encuentra un camino que lleva a otro yacimiento, el del Pico Yeje, donde se encuentra el singular grabado conocido como “Estación Solar de Masca”, y que representa al astro. Además, a su alrededor, pequeñas hendiduras en la roca atestiguan la práctica que se replica en otras islas del archipiélago para recoger agua de lluvia o para realizar ofrendasa los dioses.

 

Fuente: nationalgeographic, diariodetenerfe

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